A lo largo del desarrollo de este ensayo se pone en evidencia el concepto de “Mal” efecto de la pulsión de muerte, concerniente a la estructura de todo sujeto pero que comienza a manifestarse cuando su obrar está sostenido, autorizado y legalizado, en este caso, por el gobierno nazi, hecho que ha empujado a que dicha pulsión se diera a ver de manera desenfrenada dado que ningún acto punitivo devino a cambio. No hubo quien alzara la voz en defensa de los hacinados en los campos de concentración. Y bajo ese silencio, esa mirada indiferente, se masacraron 1.500.000 niños, víctimas inocentes del genocidio cometido por los nazis y sus silenciosos cómplices. Y esta maldad con sólo ser puesta en acto una vez, es suficiente para que entre en la historia de la humanidad como un nuevo modelo paradigmático de “Mal” pudiendo ser emulado por todo gobierno totalitario o de facto como ha ocurrido en la Argentina, Chile, Uruguay, Bosnia y cualquier otra Nación que ha perdido su estado de derecho.

A partir de los desarrollos de Jacques Lacan, la autora realiza su aporte científico con la escritura de un nuevo matema nominado como “la lengua del horror”, modelo comunicacional que se entabló entre el sujeto nazi y el cautivo, dándose una relación de absoluta disparidad discursiva. Será pues este concepto el que se desarrollará de manera extensiva y paso a paso a lo largo de la presente obra.

Interrogar el horror es casi improferible, dado que no hay palabra humana para definirlo, quizás, tomando las palabras de Primo Levi podamos acercarnos a dar cuerpo a semejante vacío de entendimiento. Él lo va a nominar como el estado de "una perfecta infelicidad", a la cual le agregamos la calidad de ser constante, interminable y sin cortes en el tiempo del cautivo en los campos de concentración.